
Me pregunto qué hacen sobre mi escritorio el 75 por ciento de las cosas que estoy viendo en este momento. Pareciera que se acumulan con sigilo. Ni logran molestarme, ni entiendo cómo hacen ellas para soportarme, ni siquiera sé cómo llegaron ahí.
Una maraca diminuta que nos trajo una colega recién llegada de Cuba. La segunda maraca, porque la primera que me dio a mí personalmente como souvenir ya la uso de llavero.
Un libro, de las decenas que nos llegan,
"Las virtudes del poliamor" -¿habrá querido decir poligamia y no se animó?- de un tal Thalmann (valga la cacofonía) en el que ojeando con ojos entrecerrados (¿o entreabiertos?) leí unas cosas terribles que nunca debí haber pensado yo anteriormente.
El
The New York Times Magazine del 25 de mayo, con una tal (otra tal)
Emily Gould en portada que aquí no la conoce nadie (le pregunté a 5 ilustres periodistas) pero creo que me va a dar mucho que hablar próximamente.
Una mini botella de
Ballantines de 5cl que alguien habrá traído de un viaje en avión, o igual se la compró en una tienda, especialmente con la intención de dejar de beber, pero se ve que no lo soportó y me la dejó a mi, y salió corriendo a comprarse otra de 75 cl, como Dios manda. Ahora veo que está abierta y recuerdo que alguien le echó un poco a un bote de leche para sobrellevar una tarde (o una vida) complicada.
Un clásico pero insólito envase de 6 huevos blancos, pero conteniendo en su lugar 6 pelotas de golf, que en realidad son jabones, que en realidad... uff... quitando una de las bolas/jabones/huevos de golf, aparece debajo un papelito rojo que dice
"¿te atreves a jugar?" Me pregunto a qué, y me dan ganas de ponerme a jugar a los huevos fritos en un campo con forma de sartén y ensuciarme, ensuciarme todo.
Un patito de madera laqueada. Este sí se de dónde viene, tiene historia. Nos lo robamos infantilmente (ya ni recuerdo quién) hace meses o años de un restaurante chino al que solíamos ir a comer en la pausa laboral. Dicho pato fué tontamente bautizado como
El pato cantonés y soportó hasta una mudanza de la empresa. O el pato nos sigue o le tenemos cariño por algo.
Una muñeca
Elastic Girl de goma. A esta también la conozco, me conoce. Se estira de verdad, me la regaló una colega que se estiró tanto, tanto que se fue a vivir a una isla, pero su imagen quedó aquí, frente a mi ordenador en forma de Superhéroe moderno.
Para terminar, otro libraco, creo que se lo olvidó Edmond. Tiene toda la pinta de ser absolutamente prescindible, pero tiene un título tan directo que me ha conmovido. Me ha inspirado tanto, que su contraportada es la foto de este post. Me dice tantas cosas sin leerlo y creo que muchos de vosotros deberíais leerlo y no confundirse nunca más. Quiero decir, creo que tengo dos opciones: es urgente que me dedique de lleno a ser un hombre normal, o si no,
"Muy pronto seré invencible".