domingo, 29 de noviembre de 2009

El dorsal 5897


¿Qué estaba haciendo usted este domingo a la mañana? Considerando que además de domingo eran las 9 de la mañana, hacían unos 7 grados y llovía, cualquiera que responda otra cosa que no sea dormir está mal de la cabeza. Eso era lo que pensé (el único resquicio de razón que me quedaba encima) cuando promediaba los 10 kilómetros de la carrera Ponle Freno que tuvo lugar hoy en el Retiro; y pensando eso, o cualquier otra cosa, había unas 8 mil personas más.
A los pocos metros de partir, perdí de vista a Yolanda, que cabreada conmigo y con razón, dobló con buen ritmo por Menéndez Pelayo. Pero al rato me encontré con la nro. 1486. Me gustó su perfil, además de su ritmo, y con mi dorsal 5897 en el pecho, vista al frente, consolidé mi paso bien pegado detrás de ella. Así completé casi toda la primera vuelta hasta que la 1486 se quedó rezagada en medio de la subida de Alfonso XII y tuve que abandonarla, aunque no encontré otra como ella en todo el trayecto.
En el kilómetro 6,5 la lluvia se transformó en tormenta, el viento comenzó a soplar muy fuerte, los arboles del Retiro despedían hojas para todos lados, bajó la temperatura a unos 5º y comenzó a granizar. Lo cual me graduó de mi estado anterior a descerebrado mental si decidía continuar la carrera.
Y así lo hice -siguiendo las premisas de Tian- empapado, con las zapatillas pesando el doble que en la partida, llenas de agua y con la temible segunda subida de Alfonso XII a la espera. Ofuscado, vi pasar por mi izquierda a la 1486, que había descansado lo suficiente y cogido un ritmo que no le pude seguir. Continué. Algunas viejas, protegidas de la lluvia bajo la parada de los autobuses, nos gritaban "¡ánimo!"; otras, "¡venga, que os veo muy parados!". Y entre los miles que soportábamos nuestra propia demencia dominical alguno se desahogó con un "¡mañana no curra nadie!" que provocó risas que dificultaron los últimos metros hacia la llegada.
El dorsal 5897 cruzó la meta en el 4968 lugar, en unos dignos 1h, 10m, 26 segundos; con un espantoso ritmo de 6:58 y a escasos 39 minutos 3 segundos del ganador. Esto, según la página de Ponle Freno. Pero yo, como ven, podría contarles otra cosa.

Foto: carrera Ponle Freno, esta (terrible) mañana en el Retiro de Madrid. Ponle Freno en Facebook. El dinero recaudado en esta maratón popular será destinado a mejorar la seguridad vial a través de la Fundación Antena 3.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Conversaciones con el Gaita (II)



-Bueno, tranquilizate un poco. Come, hazme el favor.
-Si, tranqui. Te digo una cosa... -A esto la falta oliva che ¿no le pedís a la mina esta?- mi próximo libro se va a llamar "Los colores de Yolanda" pero lo voy a publicar en braile.
-Veo que sigues en tu nivel ¿eh?. La ironía ácida, la tendencia parabólica. ¿No puedes hablar llano, se puede saber qué quieres decir?
-No, no se puede; me gusta así, me siento cómodo. Voy a contar los colores de esta mujer de una forma tan extraordinaria, que no va a importar verlos. Se podrán sentir. Eso sería un absurdo total. Pero si llego a descubrir que ese absurdo tiene sentido tal vez comprenda que Yolanda también lo tiene.
-¿Semejante meta infraestructura para encontrar el sentido de una mujer?
-No. No te preocupes, no va ahí el sentido de mi vida, a lo sumo es un experimento. Todos lo somos. Yo trabajo a la gente.
-¡Venga! tu te trabajas a las tías.
-Eso no es verdad. Sólo a algunas.
-Entonces...
-¿Entonces qué?
- ... Qué tendría de malo o de raro. Supongamos que Yolanda sea al revés como tú dices, un experimento, o un trabajo, igual que tú, que yo... ¿Por qué no lo dejas ahí, no es sufuciente?
-No estaría mal, quedaríamos todos igualados. Pero no me cierra; y además ¿para qué resolverlo?
-Ya. Y oye, cuando te refieres a `trabajo´ ¿te refieres a un free-lance?
- Si, un free-lance, si. ¿Es todo lo que tenés para decir, Gaita? ¿No se te ocurre algo más gracioso?
-Oye, porteño de mierda, a mi no me hables así ¿vale?
-¡Ja, ja, ja!
-... ¡joder!


(Foto: Nico) Quizá te interese el Capitulo I de "Conversaciones con el Gaita" O quizá no te interese ningín capítulo.

jueves, 12 de noviembre de 2009

El Ryuichi invisible



Ryuichi había adelantado que variaría el repertorio según él fuera sintiendo de qué forma iba llegando al público; y también, que saldría a escena con dos pianos. Efectivamente en el escenario había dos enormes pianos de cola y por un momento gran parte del público dudó si Ryuichi tendría cuatro manos para tocarlos, cosa nada improbable para quienes conocieran las virtudes de este extraordinario pianista japonés.
No, no tenía cuatro manos, pero ocurrió algo bastante parecido. Porque a pesar del aviso, era fascinante ver cómo las teclitas del otro piano se movían solas, interpretadas por otro Ryuichi, uno que programó digitalmente algunas de las canciones que interpretó, logrando que de un lado Ryuichi Sakamoto tocara una parte de la partitura y frente a él, un segundo Ryuchi Sakamoto (!) interpretara otra partitura distinta simultáneamente.
La gente sintió de verdad que Ryuichi tenía cuatro manos, y lo aplaudió cada vez con más calidez, con más manos. Y Ryuichi se las devolvió todas, saliendo a escena hasta cuatro veces.
¿O fueron ocho?
(Foto: Nico) El pianista japonés Ryuichi Sakamoto ayer en el teatro Circo Price de Madrid

domingo, 1 de noviembre de 2009

Rainbow



Rainbow andaba con cara triste. Yolanda y Juan se estaban separando y le hacían más caricias que nunca, tratando de hacerle entender que un día de estos se iría a vivir a lo de Juan.
Fue por eso que Yolanda me gritó aquel domingo cuando me vio por Serrano. Además de lo de Juan, Rainbow se le estaba poniendo en contra y eso la ponía irascible.
Rainbow soportaría mudarse a lo de Juan, ese piso de mala muerte, sin balcón ni cama grande; pero jamás le perdonaría haber perdido a Juan así, agotando las existencias de todo. Les quedaba algo de café pero se les acababan las palabras. Cortaban un poco de pan, ponían la mesa... Rainbow no aguantó más esa sucesión de tardes silenciosas y se desplomó en un par de semanas. De hecho fue él quien, a su manera, les avisó de que todo había terminado.
Dejó de comer la picada mixta con tomillo de las siete y cuarto que Juan le preparaba con paciencia, las orejas empezaron a pesarle, perdía el pelo y ya no marcaba el barrio como antes.
Y Yolanda lo entendió.

(Foto: Nico)