miércoles, 17 de septiembre de 2008

Perderte



Una de las grandes ventajas de no haber caído aún en la comprensible tentación de comprarme un navegador satelital es que así mantengo la posibilidad de perderme. Nunca me sentí atraído por la soberbia de los automatismos, sino por el margen de error.
Lo mismo un libro de ayuda autoflagelable, una pitonisa boba, o un psicólogo insoportable. Igual que tú, ellos no saben cómo hacerlo. Pero si les pides que te digan cómo, se inventarán una forma.

Al perderte (salvo que te rindas) tienes la obligación de buscar, elegir, encontrar una salida. Verás cosas que no esperabas, seguramente. La sana adrenalina del superviviente. Si sufres no podrás echarle la culpa a nadie; si encuentras la forma, tampoco. Habrá sido tu forma de hacerlo, con mapas viejos, anotaciones desprolijas, la intuición o las estrellas.

Nadie debería evitar que de vez en cuando te pierdas. Nunca te rindas.

(Foto: Nico) Una salida, o una entrada. Un sitio inesperado, en Túnez.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

leer esto ahora. Gracias flaco. De verdad.

Anónimo dijo...

Siempre encuentras un bonito rincón... me gusta mucho esa foto

tian dijo...

Hay un barrio en Buenos Aires, en que las calles no son como las de otros barrios. Son como lineas en fuga. Uno se para en una esquina y no puede ver como sigue la calle, ya que se quiebra con una continuidad misteriosa, casi siniestra. Sobre todo cuando anochece, esas calles empedradas infunden un temor nacido de lo extraño. Casi siempre estàn completamente inhospitas e intransitadas. Tambien en un asiento de una plaza en donde mueren muchas de esas calles, se nota el descenso hacia un confin tristisimo de la ciudad, hacia el sur, siempre hacia el sur. Uno esta sentado y solo ve el frente de las primeras dos o tres casas de la vereda, de una calle cualquiera que muere en la plaza. La calle va descendiendo hasta una avenida empedrada, a unas cinco o seis cuadras de aquella plaza y en donde no hay NADA. Nada màs que galpones y paredones para fusilar con làgrimas que terminan con la caminata o terminan con quien las vierte.