viernes, 26 de marzo de 2010

Conversaciones con el Gaita (IV)


-Vaya, increíble. Acabas de acusarme de ser un conformista de los hechos. Los hechos son para aceptarlos. Al menos habiendo sucedido es lo mejor que se puede hacer.
-Por supuesto.
-...
-Y luego hay un detalle: los hechos están para analizarse, darles mejor forma, cambiarlos, hacerlos suceder...
-¿Cómo haces que suceda algo?
-Pensándolo. Suceda o no de verdad después. Pensándolo ya ha sucedido algo.
-Eres un simplista, Juan; o un filósofo barato, lo que prefieras. Y no te ofendas pero me da una sensación fea contigo.
-Decilo, dale...
-Me da que estas camino de ser... un extremista, un absoluto.
-¿Absolutamente barato querés decir? Te fuiste al carajo, Gaita. Pero está bien; de cualquier forma lo único que nos separa es un café y cincuenta centímetros. Aunque te esfuerces, no hay más.
-Como mínimo eres un simplista. Ya no eres tan jóven como para creer que el mundo esta en tus manos.
-Yo no insinué eso. Decime ¿vos crees que en toda tu vida no hay nada que haya sucedido por tu culpa, sólamente por tu culpa? ¿No has provocado nada?
-Un par de cosas, supongo... Espero...
-Un par, si... ¿No hay nada que quisieras que suceda porque vos lo hayas hecho?
-Otro par... No sé Juan, termina de una vez. 

El Gaita, sin ni siquiera mirar a Juan, harto, se vuelve a la camarera: -¿Otro café por favor?
Juan, como imitándolo: -`Otro café´ boludo, `otro café... Ya van dos pares de cosas, Gaita. ¿Viste, eh?... Dos pares van.


(Foto: Nico) El Gaita, harto. Ya sabés, quizá te interese Conversaciones con el Gaita (I), el (II), el (III). O puedes esperar a que se me ocurra algo mejor.

jueves, 18 de marzo de 2010

Culpable


Cuando sea grande quiero ser como Touré Yay(Sokoura Bouake), por el apellido nada más, por dificultarme un poco. Pero si me torno imposible, les pido disculpas de antemano, es sólo un antojo que vislumbro para mi vejéz. En realidad lo único importante en la vida es no poder echarle la culpa a nadie de nuestras decisiones, mucho menos de nuestro destino; todo lo demás, en el fondo es poca cosa.

Al hilo de esto, pensaba qué pasaría si la culpa de todo fuera de los otros, que significado tendríamos.  Que triste sería no tener la culpa de nada, ni siquiera de habernos equivocado; ser, de una vez por todas y como se debe, culpables. Aunque algo menos grave, pero quizá un tanto peor, es no haber tenido la culpa de los éxitos. "Dicen que me caso", decía mi padre que decía un amigo suyo en el Buenos Aires de los años 50. Lo decía en serio, era una voz que corría por el barrio. Se decía; mientras él no estaba muy al tanto del tema. Y se casó.

Qué pasaría si Messi hiciera goles porque se lo hubieran sugerido, un altavoz en el estadio, que en medio de la jugada maestra dijera "¡ahora Lionel, ahora!". O, si Rajoy dijera lo que dice sin convencimiento propio, sino por seguirle el paso a Esperanza; pero sin ninguna esperanza. Después me vinieron a la cabeza infinidad de personajes, países, vidas y dialécticas. Y por un momento pensé que no era culpable de nada. Pero igual me puse a escribir.