sábado, 20 de septiembre de 2008

Woody Carletti Barcelona




La próxima vez que vuelva a Barcelona voy a repetir los pasos exactos que dió Scarlett Johansson por esas calles intentando no ponerme nervioso. Igual que Woody repite a la perfección siempre la misma historia y el mismo tema, con una belleza y una acidez existencial apabullantes, sin que se le mueva un pelo.
Mientras tanto, el padre de Juan Antonio seguirá viviendo solitario en su casa de Oviedo, abstraído del mundo, escribiendo unos poemas bellísimos. Él no publicará ni mostrará jamás a nadie sus escritos como una forma de protesta contra un mundo que después de miles de años de civilización sigue sin encontrar la forma de quererse.
Es como no poder vivir ni juntos ni separados. "Maria Elena siempre decía que sólo el amor inalcanzado puede ser romántico". Es una contradicción. O entonces es que el amor romántico no existe y sólo el amor alcanzado es el verdadero.

Vicky Cristina Barcelona (Woody Allen)

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Perderte



Una de las grandes ventajas de no haber caído aún en la comprensible tentación de comprarme un navegador satelital es que así mantengo la posibilidad de perderme. Nunca me sentí atraído por la soberbia de los automatismos, sino por el margen de error.
Lo mismo un libro de ayuda autoflagelable, una pitonisa boba, o un psicólogo insoportable. Igual que tú, ellos no saben cómo hacerlo. Pero si les pides que te digan cómo, se inventarán una forma.

Al perderte (salvo que te rindas) tienes la obligación de buscar, elegir, encontrar una salida. Verás cosas que no esperabas, seguramente. La sana adrenalina del superviviente. Si sufres no podrás echarle la culpa a nadie; si encuentras la forma, tampoco. Habrá sido tu forma de hacerlo, con mapas viejos, anotaciones desprolijas, la intuición o las estrellas.

Nadie debería evitar que de vez en cuando te pierdas. Nunca te rindas.

(Foto: Nico) Una salida, o una entrada. Un sitio inesperado, en Túnez.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Color, vino y huevos rotos



Salvo la luna, la noche no fue blanca en Madrid. Se presentó oscura como siempre y si, como dicen, el roce hace al cariño, me debo haber enamorado de un centenar de personas entre la Plaza Santa Ana y Carrera de San Jerónimo.
Los colores no se aprecian bien en la oscuridad, pero si se contrastan con algún sonido delicado se vuelven de un tono fucsia, azul o turquesa. Al menos eso pude rescatar de este lado del obturador, mientras todo el mundo estaba ahí, intentando cogerse (agarrarme, yo) al poste del semáforo antes de ser fagocitado por la avalancha de la muchedumbre.
Unas tres copas de Albariño se mezclaron a las doce en La Bardemcilla con un acorde de jazz y un haz de luz. Pero nada me nublo la vista. Alguna idea se me cruzó por la cabeza, algo todavía me sostenía en pié. Una oscura noche de color, el vino blanco y los huevos rotos.

(Foto: Nico) La Orquesta Nacional de Jazz en La Noche en Blanco de Madrid. Sábado 13 de septiembre.

sábado, 13 de septiembre de 2008

No van a matar al arte



Nunca hubo nadie como él. Asi que en 1988, después de la muerte de Alberto Olmedo, parecía que todo estaba perdido. Lo estaba. Sin Alberto se había acabado el humor y eran años de hiperinflación, los militares aún seguían al acecho y las recuperaciones que se vislumbraban ni siquiera sabían que nos esperaba un corralito a trece años de distancia. Sólo el humor y un lento acostumbramiento histórico nos anestesiaba el dolor del desastre, repetido con frecuencia modulada.
Pero apareció Diego Capusotto con Cha cha cha (1990) y Todo por 2 pesos (1999). Con los bolsillos vacios, la moral baja y el futuro incierto se morían algunas ilusiones pero no había forma de matar el humor. Me he perdido algunas cosas, pero nunca dejé de recordar. Ahora, sobre todo, no me puedo parar de reir.

Vídeo de la serie Capusotto poeta, Cha cha cha

sábado, 6 de septiembre de 2008

Che, vamos al cine, dale



Déjeme decirle algo, aunque le pueda parecer ridículo: "Un revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor". Suena ridículo sí, hoy más que nunca, hasta cursi. Pero ayer, después de ver el estreno de Che, el argentino (de Steven Soderbergh) uno entiende que no hay ninguna forma posible de hacer lo que hizo el Che sin la humildad, el sentimentalismo y un idealismo profundísimos, enormes.

Este hombre se quita en varias oportunidades el triunfalismo y la fanfarronería (ambas, típicamente argentinas hoy) y rechaza adulaciones y felicitaciones personales con una humildad increíble para un hombre que llegó donde llegó, que hizo lo que hizo. Traslada inmediatamente esos incipientes triunfos a todos sus compañeros de lucha.

En la carta de despedida que le envió a Fidel Castro en 1965, Guevara renuncia a sus cargos y a su condición de cubano y dice: "nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no se pueden romper como los nombramientos". Porque lo sentimental no se puede romper, no hay papeles, no se puede certificar un sentimiento. No es formal, es de fondo el tipo.

Está claro que no triunfó el espíritu del Che. Sólo estos gestos son hoy imposibles de comprender. No existe ningún lider mundial que pueda distribuir con humildad el producto de su trabajo personal en el esfuerzo conjunto del pueblo, al que ha dignificado. Tampoco existen ya muchos pueblos dispuestos a luchar o a dignificarse, es cierto.
Existen en cambio, cientos de líderes que sí pueden congratularse con el poder económico al que han servido con creces y al que solapadamente han beneficiado con el producto de sus acciones y sus decisiones. Al fin y al cabo y aunque estemos todos (yo el primero) en este mismo barco, si hablamos en serio, podemos decir que la democracia actual es fundamentalmente una simple subsidiaria del poder económico, no nos mintamos más.
Los líderes actuales no tienen en verdad ninguna sustancia que "venderle" al pueblo y así se ven necesitados de echar mano a un delicado marketing político que les permita interactuar con el pueblo, dando vuelta el mensaje, haciéndonos creer que sus decisiones son en realidad en beneficio nuestro.

Ernesto Guevara no era un medias tintas ni un blandito sentimentaloide. Llama pendejos y cagones en la cara a los que abandonan, y asesina sin miramientos a los traidores como diciendo ustedes de qué creen que va esto.., che. Y como deja claro ante las insistencias, la cosa tampoco va de ser o no ser comunista, marxista; la cosa va de cómo luchar por la dignidad que es algo mucho más grande y más noble que todos los istas e ismos que se conocen hoy en día.
Por qué aplauden, si sólo se intentó hacer lo que corresponde, lo que es un deber. Por qué aplauden, si entre la película de ayer y el mundo de hoy hay una distancia tan abismal que da pena. Es como un `hasta la victoria´, pero con la guerra perdida.

martes, 2 de septiembre de 2008

Se puede regresar



De la plage, sí; o bien de la montaña, de la ciudad, del campo o de donde usted quiera siempre se puede regresar. La cuestión es cuántas veces o con cuánto ahínco a jalado uno del cable. Eso, en la práctica veraniega se traduce en intenciones para lograr desenchufar. Pero uno siempre mantiene esa conexión con lo que quedó allá (aquí, aquí joder...).

Por ejemplo, escuché. Yo tiraba del cable, pero María Teresa dijo las palabras más mágicas e intrascendentes que le escuché a un político en los últimos meses, 74 meses, 84, qué se yo, o algo así: El gobierno hará frente a las dificultades “con realismo, pero sin derrotismo”, “con rigor, pero sin pesimismo”.

Leí. Me bastó con el título y me reí mucho. Rodeado de arena, El País se burló de ser un diario de saco y corbata como casi todos y tituló "El Bolt del fondo" a la victoria del etíope Bekele en las carreras de 5.ooo y 10.000 metros de las Olimpíadas de Pekin. Usain Bolt había ganado unos días antes... las del frente, o los 100 y 200 metros llanos.

Caminé, disparé. Con un 18 mm. te animas a dispararle a cualquier cosa, lo que quieras. Igual, la foto será una mierda si tu cabeza no logra ver o componer cosas interesantes. Descubrir y fotografiar a esa mujer fué una de mis mejores intenciones en este verano. Le disparé, sólo una vez, con un 55 mm. Me desconectó totalmente. Pero regresé.

Foto: Nico