sábado, 1 de noviembre de 2008

El amor ha muerto



-¿Cómo has dicho que se llama?
-Putain des Palaces.
Ahí mismo empecé a elucubrar. Un frasco lleno del supuesto glamour francés, con esencia de certera estupidez publicitaria. ¿A quién puede uno regalarle eso? con cariño, digo. O, tu amiga lo huele y te dice "Mmm... qué rico perfume llevas ¿cómo se llama?". La ordinariez no se evapora así no más, hay que estar destapado mucho tiempo.

Yo era un chico humilde pero tenía una amante en Lyon. Nos conocimos una tarde en Barcelona (habernos conocido en León hubiera sido un amor geográficamente cacofónico). Me senté a tomar un café cortado en el Paseo de Gracia y aburrido de leer los magníficos divagues de Paul Auster en Brooklyn, levante la vista y la vi, recogiéndose el pelo. Me destruyó de un soplo, sin hacer nada. Así que entablamos, uniendo nuestras pérdidas de tiempo y ganando en aburrimiento. Vía taza de café, a duras penas entendimos un bilingüe "cómo me gustas", y no mucho más. Quedamos en vernos en septiembre en Lyon, ahí ella sería local; pero para eso faltaba mucho todavía. Entre tanto yo estudiaría francés, ella parlaba algo de español, castizo.
Pero esa mañana llegué a la redacción. Dibujaba por enésima vez el planillo del número 86 y pensaba en ella, cuando vi el perfume. Yo aún no sabía una pepa de francés, pero el aroma me supo delicioso. Así que lo obtuve, lo metí en un envoltorio encantador y de mi puño y letra le escribí: "Tu eres todo esto para mi, esencialmente".

La cosa es que después de ciento doce clases de francés comprendí que Putain des Palaces, tiene un significado muy poco delicado en galo, nada encantador (porqué no harán perfumes fáciles, de esos que a uno le gustan por el olor, o hasta por el envase, que es lo que se usa y nada más).
También me enteré de que el Putain pertenece a una línea de perfumes dirigida a un ambiente más bien gay y no se que otros rollos de papel higiénico y que ocho cuartos, cosa que yo no distinguí al olfatear.
Ahora pasaron unos catorce meses desde que le envié el Putain por DHL, tan caro y sentido... Pero nunca más volví a saber de ella. Me dolió. Yo la quería de verdad, al menos quería conocerla y eso al principio lo es todo. Vi un perfume, lo olí, pensé en ella, lo envolví, se lo envié... ¡joder!.
En fin, no sé. Yo creo que se debe haber ofendido un poco (aunque era de Palacio, lo cual al menos tiene cierto nivel). Pero si es así, es que nunca me quiso. ¿Cómo se le pude haber ocurrido que la estaba llamando puta? Sin conocerme, me desechó de una.

Tenía otras opciones de la misma serie. Secretions Magnifiques, Je suis un homme... etc. Pero el Putain me pareció insuperable, magnifique. Ahora tengo una última duda: enviarle el Je suis un homme, y de puño y letra escribirle: "No hace falta que me quieras, pero jamás vuelvas a confundirme".

Foto: el perfume en cuestión y una ilustración de prensa

4 comentarios:

Caminosobreelagua dijo...

Me quedo una idea en el aire despues de leerte; ¿El amor a muerto?
un abrazo

Nico Carletti dijo...

A grandes razgos, en una gran cantidad de personas creo que sí. Para el protagonista de la historia, creo que no. Saludos, Loco.

Clauminara dijo...

Es que elegir un perfume para uso personal, de hecho es bastante difícil, hacerlo para otra persona, lo es muchísimo más y eso considerando sólo los aromas, ya si agregas a eso toda la complejidad que implican los nombres, frascos y empaques...

Saludos.

Anónimo dijo...

Quizá con una llamadita se arreglase todo... porque si la chica se molesta y desaparece sin más, igual es que no mereció nunca la pena.
El amor no ha muerto, más bien está despistado entre tanto perfume.