sábado, 28 de junio de 2008

Lejos en Berlín (II)


Entre Alexanderplatz y Brandenburgo se está montando una movida alucinante en plena mañana de sábado. Gente de todos lados, camiones enormes con gente bailando, desfile de gays, lesbianas y todo aquel que se sienta libre de interpretar y mostrar su cuerpo y su vestimenta como se le de la gana. Era por eso que por la Liebknecht Str. se veía caminar tanta gente y tan rara, como una prolija madre paseando con su obesa hija de trece años vestida de punky con toque erótico.
Doy un par de vueltas a la Alexanderplatz porque no quiero seguir sin ver de una vez el Weltzeituhr. No es muy impresionante, sólo me confirma que el tiempo no se detiene nunca jamás en ningún lugar del mundo.

Dos señoras de cincuenta y pico desayunan en la mesa de al lado. Se exaltan cuando ven pasar a cuatro muchachos con ajustadas camisetas blancas marcando sus cuerpos deportivos. Giran la cabeza y exhalan un gemido al límite de lo que se permiten para que no parezca directamente un orgasmo. Un padre pasea el carrito con su bebe mientras desde atrás le coloca el biberón en la boca. Dos chicas de veinte empinan una cerveza y luego se besan en la boca en un banco de este boulevard cubierto de tilos. Algunas jóvenes alemanas se tiñen de negro furioso. En todos lados la gente se empeña en ser lo que no es.

Dos tipos vestidos de ellos mismos, medio enmascarados, zapatos totalmente blancos con plataforma de quince centímetros, marcando su zona genital y el resto de su cuerpo con sólo un par de plumas. Posan espontáneamente para fotógrafos profesionales, aficionados y para mí. A unos metros, unas diez mujeres asiáticas con ropas de colores y kilos de maquillaje encima portan un cartel que dice "Thailand fantasi". Un niño se mete delante de unos travestis para que sus padres le fotografíen, y lo hacen. Compro una postal para enviársela a nadie, no tiene imagen. Dice con letras enormes: "Achtung, sie verlassen jetzt West-Berlin". Me gustó y estoy de acuerdo. Le recojo del suelo un gorro a un niño de cuatro años que pasea en bicicleta y se lo coloco en su cabecita rubia. El padre me dice danke schön y yo le he entendido. Descubro el Einstein, el cafe donde seguramente cenare esta noche, ese que Berlín tenía preparado para que lo haga mío.

A un paso de Brandenburgo, a escazos treinta metros de cruzar al oeste, se ha puesto a llover. No tengo paraguas. Tengo que correr. Decido volver por el boulevard, sólo para hacer lo único que quiero hacer ahora: mojarme un rato y entrar a este ciber-cafe a escribir.
Es que esto es Berlín, o una bofetada soberbia a los que alguna vez pensaron que se le puede decir a alguien lo que tiene que hacer.

(Foto: Nico) No hay forma de encontrar en este teclado alemán la "e" acentuada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sigue mostrándonos Berlín, por favor.

Clauminara dijo...

Me gustó la "postal" que escribiste a lo largo de este post, no esa que no tenía imágenes sino la que nos hiciste "ver" con la excelente descripción de todo lo que hay a tu alrededor.

Saludos, feliz viaje.