sábado, 20 de diciembre de 2008

El teorema de esos tales (I)



Además de frío y mal humor, el invierno ha traído hasta mi abrigos conteniendo retazos de una vida pasada. Un invierno pasado, pañuelos olvidados, bolígrafos perdidos, monedas sin interés y tíckets que no debieron guardarse.
¿Para qué guarda uno cosas? Algunas fueron drásticamente olvidadas, nadie tuvo intención sobre ellas, quizás ni siquiera en aquel momento se haya percatado nadie de que quedaron allí. Lo cual, aplicado a las personas, sería lo más triste que pueda cualquiera soportar. La tristeza y la soledad, elevada a su máxima potencia.
En cambio un ticket de un café, guardado entre miles de otros que fueron dignamente arrojados al fuego del olvido eterno, si sigue ahí, es porque hubo intención. La intención de que el objeto actúe algún día como un puente hacia el pasado.
¿Y para qué pretendería uno recordar? Recordar es acercar ficticiamente el ayer a hoy. Y así al transportarlo y verlo lo declaramos como no muerto todavía. Pero manipular el tiempo siempre fue una experiencia peligrosa, difícil de entender, aunque es Stephen Hawking quien de verdad sabe de esto.
Peligroso, a veces difícil de entender ¿tanto más distinto que vivir?. Todo conlleva un riesgo. Si vivir implica al menos el riesgo de morirse, recordar muchas veces puede significar seguir viviendo sin entender nada. Y así y todo la gente elige vivir, como también decide guardar cosas y recordar.
Casi en cualquier instancia, aquellos que pintan, aman, escriben, sobre todo los que hablan. Cualquiera de esos que de alguna forma se exponen ante sí mismo o ante los demás corren un riesgo muy alto. Al menos el riesgo de equivocarse. Pero la gente lo sigue haciendo. Porque cuando eso no sucede es que ya esta muerto.

Un ticket de hace un año. El último café con pulguita que me sirvió Tomás en el Abasota y la cuenta final con los cafés adeudados antes de marcharme del barrio. Tengo que volver al Abasota.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace poco encontré un pendiente en el bolsillo de una chaqueta. Fue la chispa que hizo traerme un recuerdo, doloroso y tal vez por ello algo olvidado... pero no me desprendí de él, lo puse en una cajita junto con los demás.

a m a p o l a dijo...

creo que yo decido lo de no recordar
o quizas lo de morir olvidando
al menos , el sentir no se pierde.
saludos!