sábado, 3 de enero de 2009

Aquellos días de mierda

-Concéntrate, concéntrate hijo.., me decía. Mi padre no era gente seria. Caminabamos juntos por la calle y así, intempestivamente, sin ninguna relación con nada, me cogía del cuello apretando un poco y con cara de serio me decía cosas como esa. Creo que ni él sabía dónde iba, pero pensaba, seguíamos caminando sin parar y al rato seguía hablando. Hacía que le mire, que le preste atención y le atienda; sobre todo eso, me concentraba en tratar de entender lo que pretendía decir, a dónde iba con sus palabras. Era impredecible. Pasábamos frente al dispensario del barrio y me decía: -Qué te parece si entramos a la sala de urgencias. Sí, decimos ¿qué tal, como va la cosa hoy, ha habido mucha gente o poca? sólo quería saber eso.
Lo hacía bien. Desconcertaba porque yo siempre tenía que utilizar cinco o diez segundos para averiguar si me estaba hablando en serio o no y cuando me daba cuenta efectivamente ya había logrado distraerme. Así que a unos cuantos pasos pisé una fresca y enorme mierda de perro. Ahí me soltaba y comenzaba a doblarse de risa. Entonces yo me angustiaba mucho y me daba cuenta de que había caído otra vez, de que aún no había aprendido. Pero después se me pasaba.
Quizá haya sido eso lo que me enseño; a ser un tipo astuto y darme cuenta de las cosas que tengo delante. A mantener los ojos bien abiertos y no tomarme nada en serio en la vida, salvo esquivar muy bien la mierda a tiempo.

4 comentarios:

SOMMER dijo...

Nico, sólo paso para desear que el 2009 te llene la vida de belleza.

Gracias por pasar por mi blog durante el 2008. Ojalá pueda enriquecerme con tu presencia durante el 2009.

Nico Carletti dijo...

Seguro Sommer, las dos cosas. Gracias e igualmente.

Unknown dijo...

Qué bueno... Efectivamente, hay que no tomarse la vida demasiado en serio... pero tratar de esquivar todo tipo de cagadas, salvo que seas de los que cree que llenarte el pie de mierda e ir atufando por ahí trae buena suerte –yo creo que es un consuelo necio cuando has caído–.

Feliz Año, Nico.

Anónimo dijo...

Te enseñó una gran lección, claro que tuvo un gran alumno... otro no hubiera sabido interpretarlo tan bien.