jueves, 30 de julio de 2009

Confesiones de invierno



A las siete menos cuarto de la mañana el inconfundible sonido de un ciclomotor de 50 cm cúbitos exigido al máximo me avisa que el tipo del kiosco sigue dejando La Nación por debajo de la puerta del garage de casa. Está muy oscuro. El motorcito regula y al rato el tipo continúa su recorrido cargado de periódicos, adelante, atrás y con un gorro en la cabeza.
Hace un par de horas que no puedo dormir y estoy tentado de acabar con esta película real de mi pasado, bajar y adelantarme a mi padre en coger el diario. Pero me pareció una crueldad hacerle eso a sus ochenta y siete años (mi padre... por la tarde, me entregó unas carpetas con los guiones originales de cuatro piezas de teatro que terminó de escribir hace un par de años no más y que le prometí leer antes de regresar a Madrid). Entonces, preferí intentar dormir otra vez, aunque todavía a las ocho vi como se apagaban las luminarias de la calle y un gato blanco y gris desistía de zamparse un zorzal y se bajaba del roble.

Básicamente el periódico decía que el 49% de los argentinos no puede proyectar a futuro y por otro lado, que el 28% de los chicos bonaerenses de hasta 2 años está malnutrido. Después, todo el resto anda muy bien. De hecho, por la noche cené en Elsinor donde además de velitas, un ambiente romántico, acogedor y jardín iluminado, tenían un Estrella Malbec de la bodega Weinert, cosecha especial 1977, por 2400 pesos (unos 480 euros) que por supuesto no pedí.
Por la tarde me dediqué a tirar líneas hacia el oriente, hacia el Uruguay, y aunque tenía casi decidido cruzar el Río de la Plata en barco (cosa que nunca hice) me puse a consultar tarifas aéreas. Así que apostando una vez más por la tierra que me vió nacer y por la aerolínea que me dejó varado siete horas en un vuelo a norteamérica (hace 11 años), tanto como dos días en Madrid (hace 4), cogí el teléfono y llamé a Aerolíneas Argentinas. Como no contestaba nadie salvo una musiquita y un verso encantador, me puse a llamar a otras compañías. Todas me respondieron casi al instante y me informaron con corrección y absoluta amabilidad. Aposté una vez más, insistí con Aerolíneas y empecé a prestar más atención al o que versaba el hombre de la grabación, por encima de la pomposa banda musical: "...Nuestro destino es que volvamos a sentirnos orgullosos de nuestra aerolínea de bandera. Una bandera que es la más grande del mundo. Aerolíneas, ahora más que nunca... Argentinas" (esto último, haciendo referencia a la reconquista de la compañía por parte del gobierno argentino a la española Marsans). El pequeño detalle es que no se puede volar. Cinco minutos con el tubo en la mano y no logré que me atendiera nadie.

Nuestro destino... qué barbaridad. ¿Cómo se atreven a seguir hablando del destino? El orgullo no tiene alas y sufre de estupidez y anacronismo agudo. No me gusta todo esto que vengo escribiendo. Buenos Aires no me inspira, salvo algunos encuadres fotográficos que me interesan. A mi regreso espero mejorar, volver a la poesía o tal vez al silencio.

(Foto: Nico) Puerto Madero. Buenos Aires.
El título Confesiones de invierno, está dignamente robado del album del mismo nombre que el conjunto Sui Generis (Charly García y Nito Mestre ) editó en 1973.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La insspiración es demasiado juguetona, o igual tampoco encontró vuelo.

besos