martes, 8 de septiembre de 2009

Mal aliento


Cada uno tiene su particular forma de sufrir. Yo, me regocijo en la queja inútil y en la acumulación de conclusiones ácidas.

Inmediatamente después de conocerse el traspase del futbolista Cristiano Ronaldo al Real Madrid (en junio pasado) por la suma de 93 millones de euros, eximios periodistas se devanaban los sesos debatiendo sobre si semejante cantidad de dinero por un jugador de fútbol era algo antiético; sobre todo en los tiempos de crisis que corren.
En otros lugares del globo, unos meses atrás, comenzó a correr la pólvora cuando se supo que los presidentes Néstor y Cristina Kirchner compraron a un sospechoso muy bajo precio, grandísimas extensiones de terrenos fiscales en la patagonia argentina, que luego vendieron por sumas millonarias. Pero comprar no es robo.
Un periodista cualquiera en el paro, accede a investigar, dedicar tiempo, experiencia, escribir y entregar en tiempo y forma un tema gordo que se publicará en un medio a nivel nacional. Todo,  por poco más del valor de una muy buena cena para dos personas.
Y podríamos seguir...

En cualquiera de estos casos uno podrá decir sottovoce "No hay derecho..." Pero el problema es, justamente, que lo hay. En las tertulias, todos hablaban de ética, moral o humillación, pero la pregunta que nadie se animaba a debatir es el por qué era legal. En el fondo, no tiene sentido pedirle a las leyes lo que nosotros no hemos sido capaces de pedirle a la democracia. La justicia no tiene vida propia fuera del cerebro humano; por lo tanto, mientras no la incorporemos nosotros, la ética no tendrá nada que hacer ahí.

Yo puedo sentarme a propósito justo al lado de un hombre hambriento y haraposo a comerme boca abierta arriba un delicioso pote de dulce de leche, terminármelo ahí mismo e irme. Más allá de ganar automáticamente el Guiness al ser humano más despreciable del universo, nadie podrá hacerme nada. Es más, yo no he hecho nada ilegal, mientras que cualquiera que decida darme de palos será quien habrá faltado a la ley.
Vaya paradoja. Algo hay que perder, el tiempo o la razón.

(Ilustración: Carletti Jr. II. Todos sus derechos están reservados)

5 comentarios:

Sulizhen dijo...

Me suena lo de la cena. Gracias por escribir estas cosas. :)

Merlina dijo...

"Cada uno tiene su forma particular de sufrir". Me mataste.

Besos Sr. Carletti. Espero que su estadía en los Malos Aires haya sid satisfactria.

Merlina

frankieherrero dijo...

Ah, el eterno dilema de la ética, la legalidad, y la "legalidad ética"!

Yo no soy Hegel ni Kant, pero creo que si dejamos solos a los políticos estamos en el horno. Como dicen por acá, "no se puede dejar a los cabros velando las lechugas".

Hay que leer lo del rabino Bergman, que se refiere bastante a este tema.

maría dijo...

Sería tan sano perder la razón... para dejar de perder el tiempo. Con políticos insanos; actitudes dañinas... ¡Qué bueno que viniste, Mr. Carletti!

Nico Carletti dijo...

De nada.
Yo no pretendía matar a nadie y Buenos Aires, ya te digo, nunca me trató tan mal como ciudadano, pero como turista me trata tan, pero tan bien... que duele.
El dilema para mi es mas bien por qué le pedimos frutos de justicia al árbol de la pura legalidad.
Y por último, yo me inclinaba más bien a dejar de perder la razón para ganar tiempo y empezar de una vez a perder un poco de tiempo para ganar en razón.