Acaban de pasearme por una serie de calles conocidas para dejarme en un lugar común, a las siete de la tarde. Los miércoles de otoño con menos de 15 grados la gente se tiñe de un ambar desconocido, algunos de un negro tan cruel que me nubla la vista. Pero no importa, no quiero conocer a nadie más en esta ciudad.
Me falta la billetera, el abono transportes, todo, pero camino derecho a alguna parte. Eludo bolsos, piernas largas y hermosas, abrigos, calvicies y llamados telefónicos. Pienso que me metería a tomar un café enorme en la Castellana e intentaría desvanecerme por completo, pero no tengo dinero y sí muchas ganas de caminar.
Estaba a punto de escribir cosas horribles en un papel mojado. Después pensé que no tiene sentido esforzarse en entender la lluvia y el otoño. Tal vez no sean más que la representación perfecta del hartazgo, o de la pérdida de tiempo.
Estaba a punto de escribir cosas horribles en un papel mojado. Después pensé que no tiene sentido esforzarse en entender la lluvia y el otoño. Tal vez no sean más que la representación perfecta del hartazgo, o de la pérdida de tiempo.
(Foto: Nico) Madrid, Cuzco, miércoles 22 de octubre por la tarde.
5 comentarios:
Creo que sí me hartaría de lluvia, pero no de otoño, esas tardes otoñales son un regalo visual.
Bello post.
qué pasó?
quién te paseó?
A veces creo que es fácil decir que es el otoño el que nos provoca este cambio de ánimo, pero cada vez estoy más convencida que efectivemente tiene efectos secundarios.
Clau, en general no me harto de ninguna de las dos, suelen encantarme.
Drania, pasar no paso nada, mas o menos lo que cuento. Quién, no es importante.
Lucida, absolutamente, el otoño no tiene la culpa de nada. ¿Quién tiene la culpa de que llueva? Nadie, a veces nadie tiene la culpa de nada. Tal vez sea eso lo exasperante.
Saludos.
pues al frio y ala lluvia del otoño los entiendo yo perfectamente....ç hacemos algo...ç tu me cuentas como sentirme menos perdida en un dia esplendoroso...y yo te cuento como canta la lluvia....
un abrazo..
.-)
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