sábado, 11 de diciembre de 2010

El país del que me fui



En la tele aparece un tipo con el torso al descubierto, portando un arma de fuego en la mano. La lleva semi escondida con una camiseta y de vez en cuando la eleva y amaga con disparar, o dispara.
El noticiero dice que el hombre ya  está identificado. Se trata de un integrante de la barra brava del club de fútbol Huracán; dicen que ha viajado al Mundial de Sudáfrica con "Hinchadas Unidas Argentinas" -según entiendo, un proyecto creado por un dirigente kirchnerista, complicadísimo de entender. Se explica que nace como algo similar a una ONG para trabajar con gente de las villas y que.... Uno se cansa... se cansa de leer- Lo concreto es que vía esta institución se envíó a ciertos hinchas de fútbol para alentar a la Selección Nacional durante el último Mundial a Sudáfrica y que este hombre estaría entre ellos. 
Se llega a decir incluso que esta persona podría trabajar en la Obra Social de los empleados de la Ciudad de Buenos Aires. Pero esta última información no se confirma y lo más seguro es que todo lo que se dice puede ser parte de una vieja campaña de desprestigio mutuo, una lucha de poder entre el gobierno Nacional de la Presidente Cristina Kirchner y el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, liderado por el Intendente Mauricio Macri.

Todo esto, a su vez, se inscribe en un día de furia que ya se cobró cuatro muertos. No llega a ser el desenlace, sino el saldo provisorio de una batalla campal que se estalló el martes pasado en Villa Soldati, un barrio marginal del sur de la capital Argentina. 
Hay un gravísimo problema social en todo el país pero que aquí se eleva a la categoría de paradigma. Hay un parque público que es ocupado por gente de muy bajos recursos, porteños mezclados con inmigrantes, la mayoría bolivianos que además son discriminados. Intentan establecerse pacíficamente y hasta establecer sus propias viviendas precarias en el parque. Hay un sector de la misma zona dominado totalmente por narcotraficantes donde no puede ni entrar la policía. Los vecinos protestan por la ocupación del parque porque no pueden pasear en paz con sus niños. Hay una guerra de pobres contra pobres. 
El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires -aparentemente y con cierta lógica- intentó desalojar a los ocupas del parque y se desató la furia. Desbordado pidió ayuda al gobierno nacional para que envíe parte de la Policía Federal a la zona y le ayude a apaciguar el conflicto. Pero el gobierno se niega y se echan la culpa mutuamente. Nadie quiere ensuciarse las manos con sangre, sangre de la gente que los ha votado. La feroz guerra política deja a los ciudadanos en las manos de la injusticia e inmediatamente, de la violencia y la muerte.

Discutimos del país. Él está muy en contra, yo todavía un poco a favor pero cada vez menos, otros defienden todo a muerte. En cualquier caso, discutimos desde uno de los peldaños más privilegiados de la Argentina: una casa, un asado, unas copas y café... Yo, además, discuto desde afuera. Vine, ví y opiné. Sé que me crucificarán por esto. Lo asumo.
En realidad, casi todos opinamos lo mismo: no queremos esto; pero terminamos teniendo el mismo problema: cómo, por dónde empezar. 
Pareciera que hay casi tantas argentinas como sectores, como intereses, como habitantes en este suelo y así, cuando hay tan poca cosa en común no llega a haber un país. No hay una base infranqueable, firme y estable de la que ya no se debería discutir más. Todo puede ser.
A todo esto, cabe decir que no hay en este momento una mala coyuntura económica. La Argentina está creciendo hace ya varios años a un ritmo del 7%. 

La principales autopistas y avenidas de la Capital sufren diariamente cortes por parte de un puñado de personas, pertenecientes cada día a un sector distinto, que protestan por alguna causa, justa o más o menos justa.
La policía no interviene. Hace años el fallecido Néstor Kirchner tomó como bandera nacional la no represión a los piquetes de protesta. "...frente a cuestiones sociales no cabe la mano dura", repitíó ayer mismo la presidenta. Se enarbola con esto, además, la defensa de los derechos humanos. En principio la idea suena bien, pero a costa de esto hay otra parte del país que tiene que soportar esa protesta. Por lo que sea, la ruta de ida o de regreso a casa en paz no está garantizada nunca. Y a costa de esto llevamos ya cuatro muertos en 48 horas en el conflicto de Villa Soldati.
¿Dónde está la línea que divide la intención de no reprimir con la sensata aplicación de la seguridad pública en defensa del bien común? No existe esa línea y en su lugar se abre otra vez el ancho río del enfrentamiento entre Nación y Capital con el discurso político: "Quieren hacer aparecer que como defendemos los derechos humanos no nos importa la seguridad", se queja la presidenta Kirchner, disparando contra la oposición.
Pero al argentino medio no le importa si interviene la policía de Capital o de  Nación, tampoco le importa el color político y la zona donde cayó el cuerpo ensangrentado del muerto. Le importa la seguridad como uno de los pilares elementales de cualquier democracia.
En los foros la gente pide la renuncia de Macri, en la tele se quieren comer cruda a la presidenta. Pero los muertos son  argentinos.

Volviendo a la batalla campal de Villa Sodati parece que lo que era el cuarto muerto no está aún muerto. En medio de los disturbios, herido, lo habían subido en una ambulancia. Pero los más violentos, enfurecidos, se metieron en la ambulancia, lo sacaron y le pegaron un tiro en la cabeza. Lo dieron por muerto pero parace que sigue vivo.

Me hago un café. Por un lado de la ventana entra el sonido de un clarinete. Algún alumno del conservatorio practica la escala pentatónica y se nota que mejora. Por el otro lado, en el jardín, un zorzal pica el pasto y saca una lombriz. Caen las flores del jacarandá.

(Foto: Nico) Un tren de TBA -Trenes de Buenos Aires- acaba de salir de la estación de Martínez con dirección a Tigre.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy en casa escuchando Spinetta, y entro a tu blog para ver "si hay algo nuevo"; leo la nota que escribiste hoy, que resume conversaciones de los ultimos días, o debería decir ultimos años?
y con los acordes de fondo, me invade una sensación de profunda pena por mi país..

El Flaco termina su canción sobre el capitan Beto(escrita en los años 70).."Si esto sigue así como así­ ni una triste sombra quedará,
ni una triste sombra quedará.."

nada me parece más apropiado...

un abrazo, Martín.

Nico dijo...

Asi son la cosas Martín.
Y cuando se pretende avanzar por el momento se presentan así:
http://www.clarin.com/politica/Predios-dictaron-Huracan-disparar-Soldati_0_394760705.html